TEXTOS DENOMINADOS ENSAYOS
Llevan el nombre de "ensayos" escritos relativos a muy diversos campos: historia, ciencia, filosofía, política, etc.
DEFINICIÓN DE ENSAYO
La más generalizada de ellas dice que "el ensayo es literatura de ideas". Esto significa que a la preocupación estética y la creación de recursos expresivos se suma un afán utilitario: el planteamiento y debate de temas de interés actual. El uso que Rodrigo Zeledón (1982) hace del género con el fin de "despertar interés en nuestras generaciones jóvenes por los atractivos problemas que nos depara el anchuroso campo de las ciencias biológicas" es una buena muestra de este rasgo.
Otra de las definiciones es la atribuida a J. Ortega y Gasset: "El ensayo es la ciencia sin la prueba explícita". Con esto se subraya que no es un discurso irresponsable sino un texto que obvia el aparato teórico y la aridez de las fórmulas y cuadros con el fin de aumentar la lecturabilidad y la capacidad explicativa. José L. Vega Carballo (1979) señala sobre el esquema analítico de un de sus ensayo: "el que aquí se discute no puede, ni debe tomarse como final y exhaustivo, se trata, más bien de una aproximación basada en un examen global".
La última definición por analizar es la que proporciona Alfonso Reyes: "el ensayo es la literatura en su función ancilar". La palabra "ancilla", es decir, esclava, sirve para expresar el papel subalterno que lo ornamental e imaginativo tiene para el género. Al respecto dice Gómez de Baquero (1917): "El ensayo está en la frontera de dos reinos: el de la didáctica y el de la poesía y hace excursiones del uno al otro".
COMPARACIÓN CON OTROS GÉNEROS
En cuanto a la extensión o el tema, el ensayo puede parecerse a la monografía o artículo científico. No obstante, si se considera que este último es el informe del proceso integrar de una investigación científica, lo cual implica dar cuenta de teorías, procedimientos y fuentes de una manera prolija, puede notarse una gran diferencia. No obstante, los alcances de los procesos de investigación científica reportados en artículos pueden ser indagados, analizados, contrastados, profundizados, en ensayos.
Los trabajos teóricos, metódicamente dirigidos, que se realizan en el área de la filosofía y la filología, tal vez por carecer de un aparato metodológico visible a simple vista (fórmulas, cuadros, gráficos) y no haberse estatuido una estructura lógica convencional como en las ciencias básicas (introducción, procedimientos, resultados, discusión), no suelen llamarse artículos científicos y se acostumbra denominarlos genéricamente "ensayos". En realidad se trata de un tipo de escritos al cual bien le cabe el nombre de "artículo de humanidades"
Otro de los escritos muy cercano al ensayo es el artículo periodístico. L. Ferrero (1979) lo considera como una de sus variantes, aunque con la advertencia de que sus temas son con frecuencia pasajeros. En los diarios contemporáneos coexisten las materiales absolutamente intranscendentes y los verdaderos ensayos, es decir, piezas que sobrevivirán por su mensaje.
VENTAJAS DEL ENSAYO
Uno de los rasgos del ensayo que ya se ha venido comentando es su agilidad. Esto quiere decir su sencillez productiva, su capacidad de comunicar en forma directa. Como no hay por que evidenciar el proceso de investigación seguido no es necesario subdividir detalladamente el escrito; en vista de que no se leen los ensayos para conocer datos sino implicaciones de estos, se ahorran las citas bibliográficas; por cuanto valen más las ideas que sus representaciones, no son necesarios las fórmulas, los cuadros y los gráficos. Claro, éstas no son prohibiciones: la libertad del género permite incluirlas ocasionalmente.
La brevedad puede declararse una virtud del ensayo. No obstante hay largos ensayos suficientemente virtuosos. La corta extensión permite publicarlos con mayor facilidad, obtener mayor número de lectores, producir un efecto más directo, escribirlos más rápidamente y con la adecuada oportunidad. El intercambio, tanto entre ensayista y lector como entre ensayista y diferentes autores, es otro de los rasgos propios del género . El escritor se dirige a un público no especializado para quien interpreta un tema. Esto significa presentarle, lógicamente orquestadas por la suya, las opiniones de quienes se han ocupado del tema. Gómez (1976) expresa esto en las siguientes palabras: "el ensayista reacciona ante los valores actuales para insinuarnos una interpretación novedosa o proponernos una revaluación de las ya en boga, pero una vez abierta la brecha y tendido el puente del nuevo entendimiento, el ensayista, como creador al fin y al cabo, deja al especialista el establecer la legitimidad de lo propuesto, sin renunciar él mismo a continuarlo en otra ocasión".
Un corolario de la función de intercambio que tiene el ensayo, es el carácter persuasivo. Así como la "ciencia pura" - expresada por medio de artículos científicos - reivindica su objetividad, su desinterés en convencer por otro procedimiento que no sean los hechos, el ensayo se usa para impulsar ciertas ideas para convencer de ciertas posiciones con respecto a los hechos. Para cumplir este carácter, en el ensayo se ordenarán los datos y los conceptos de manea que resulte evidente una tesis.
LOS CONTENIDOS DEL ENSAYO
Como se ha visto, el ensayo trata de cualquier tema. La diferencia con respecto a la expresión científica convencional y con la literatura propiamente dicha es la particularidad de ese tratamiento.
El primer rasgo que al respecto debe observarse es la función ideológica. Son múltiples las definiciones de ideología; en las ciencias sociales predomina una visión negativa de este rasgo: falsa conciencia, visión interesada, deformación, limitación. Un concepto de ideología que podría ser aceptado en forma general es el de concepción de la realidad desde una perspectiva particular. Si se considera que esta perspectiva es la del escritor, podría inferirse que no es la de la ciencia, la cual es una práctica que no tiene por qué coincidir con la de individuos en particular. Por ello es que se suele oponer ideología a ciencia. Efectivamente, el ensayo es ideológico en la medida que no se ciñe a la ciencia sino que busca transcenderla o antecederla.
Por otra parte, la función ideológica se manifiesta en el texto como un afán que tiene el escritor de persuadir con respecto a su manera de ver las cosas. Uno de los más influyentes ensayos que se ha escrito dice en su página final:
Los comunistas consideran indigno ocultar sus ideas y propósitos. Proclaman abiertamente que sus objetivos sólo pueden ser alcanzados derrocando por la violencia todo el orden social existente. Las clases dominantes pueden temblar ante una revolución comunista. Los proletarios no tienen nada que perder en ella más que sus cadenas. Tienen, en cambio, un mundo que ganar. Proletarios de todos los países uníos. (Marx y Engels s.f.)
La ideología no consiste en las ideas específicas sino en los procedimientos mediante los cuales se analizan los hechos.
El ensayo propiamente dicho es una manifestación ideológica. Con respecto a este fenómeno, lo que se propone no es suprimir en el ensayo la visión particular de los hechos sino, cuando menos, hacerla explícita y dejar entrever los fundamentos del análisis.
Asociado a la función ideológica del ensayo, esto es a las categorías de análisis que lo sustentan, está el sistema de pensamiento, los procedimientos intelectuales con los que se discurre. El ensayista va planteando su posición con respecto al tema mediante una serie de proposiciones que llevan un orden.
Uno de los órdenes es el inductivo, palabra que no se usa en el sentido estricto que tiene en filosofía. Se trata de que el ensayista vaya acumulando pruebas de lo que quiere evidenciar y, al final, enuncie la idea demostrada. Esta técnica puede observarse inclusive en un breve ejemplo:
Mientras no haya agua suficiente en un pueblo, casi no se piensa en otra cosa. Cuando al fin se instala un medio de abastecimiento, ya no se piensa en el agua. La abundancia mata el deseo y hace nacer aspiraciones nuevas. (J. Figueres 1973)
El otro orden básico es el deductivo, término que tampoco se usa tan específicamente como en filosofía, pero que sirve para denominar el razonamiento que va desde afirmaciones generales a afirmaciones particulares. En este caso, el ensayista plantea conceptos de aceptación más o menos generalizada y empieza a desprender de ellos implicaciones. Véase un ejemplo:
En el hombre, pensó Metchnikoff, son los microbios los que más frecuentemente provocan la inflamación; es, pues, contra estos intrusos que debe dirigirse la lucha de las células móviles del mosedermo o sean los glóbulos blancos de la sangre; por su origen estas células deben gozar de la propiedad de digerir, deben por lo tanto, digerir los microbios y traer la solución. (Picado 1988).
Los órdenes inductivo y deductivo no siempre se aprecian bien a nivel de párrafo, sino que se manifiestan con mayor claridad en segmentos mayores. Por otra parte, ambos pueden coexistir en el mismo trabajo.
PREPARACIÓN DE ENSAYOS
Las siguientes son algunas recomendaciones, derivadas de la observación de la buena práctica, para la preparación de ensayos. No pueden dirigirse al escritor profesional, ni al experimentado investigador, quienes, por un lado pueden crear sus propias estrategias y, por otro, tienen necesidades muy particulares. Se dedican, pues. Al estudiante que debe preparar ensayos para efectos de evaluación, y tal vez, al que quiera explorar las posibilidades del género para comunicar de manera diferente sus contenidos.
1. Establecimiento de la intención
En cualquier trabajo de redacción se parte de una clara determinación de su propósito. Este requisito permite saber si lo que se requiere es un ensayo u otro tipo de escrito; también ayuda a concretar el enfoque que debe darse, el nivel, los recursos por aplicar, etc. Es muy corriente que el escritor deslice en los primeros párrafos de su escrito la intención:
Nos proponemos, en las páginas siguientes, describir a grandes rasgos la labor de los físicos que corresponde a la meditación pura del investigador (A. Einstein 1943)
Las páginas que aparecen a continuación y que proponemos como una introducción a la pedagogía del oprimido son el resultado de nuestras observaciones en estos tres años de exilio. (P. Freire 197).
Este libro trata del tema centras de nuestros tiempos: de la dominación y la liberación de los hombres y de los pueblos. Que es también el tema radical de la existencia humana, y por eso, una idea básica de a historia del hombre. (S. Salazar B. 1977)
En los textos más breves, ensayos periodísticos o de carácter más literario, no es tan frecuente que la intención se haga explícita. No obstante es imprescindible que quien se dispone a preparar uno lo haga como primer paso.
2. Investigación bibliográfica
Un segundo paso en el proceso de producción de un ensayo es investigar los contenidos que se desea desarrollar. La bibliografía es la base de esta labor. El objetivo es ampliar criterio, contrastar con posiciones ajenas, conocer los antecedentes de la discusión al respecto. No obstante, no se busca una fundamentación de los criterios; al respecto señala José Luis Gómez (1976):
El verdadero ensayista, por ejemplo, sólo en ocasiones muy especiales hará uso de notas al pie de la página, y esto nos lleva al meollo de nuestro tema: las citas, numerosas en los ensayos, tienen valor por sí mismas en relación con lo que el ensayista nos está comunicando: importa destacar que alguien creó una idea, representada en la cita, pero el "quién" y el "dónde" carecen en realidad de valor. No son las citas importantes porque fulano o mengano las dijo, sino por su propia eficacia. Y el hecho de señalarlas como citas es sólo con el propósito de indicar que no son de propia cosecha, sino que forman parte del fondo cultural que se trata de revisar.
Las ideas derivadas de la bibliografía pueden ser muy importantes pero es necesario que lo sean aún más las del propio ensayista. Por tanto, la revisión que se haga debe realizarse en función de un planteamiento base e ir incorporando, para ilustrar, contrastar o comparar, las ideas de otros autores.
3. Elaboración del diseño
En literatura se denomina diseño a la disposición que el autor decide darle a la información del texto. Es realmente el producto de su creatividad. Diseño del ensayo podría ser, por ejemplo, la decisión de empezar por un planteamiento general para incluir, posteriormente, los argumentos; presentar detallados antecedentes y pasar luego a una rápida resolución: desarrollar, una por una las partes del planteamiento; etc.
La forma en que el escritor disponga sus ideas en el texto puede ser muy personal. Por tal razón podría resultar innecesaria para muchas personas una sugerencia al respecto. No obstante, para efectos didácticos, es posible proponer una guía.
Esta guía puede derivarse de la forma de organización del discurso clásico, manifestación por excelencia del afán persuasivo del lenguaje, así como del periodismo moderno, expresión por parte del sentido práctico contemporáneo. La siguiente es una estructura aplicable al ensayo.
Motivación. Ningún discurso sería escuchado ni material escrito alguno leído, si su receptor no tuviera motivación. La oratoria clásica perpetuaba la necesidad de preparar el alma del auditorio y ganarse su benevolencia en una sección inicial que llevaba el nombre de exordio. El periodismo moderno propone hacer una entrada llamativa, que capte el interés. El ensayo puede aprovecharse de esos consejos. Véanse algunos ejemplos:
La lluvia que refresca y humedece la tierra y el sol que la calienta y seca, contribuyen por igual al mantenimiento de la vida. Los grandes espíritus, ya sean optimistas o atormentados, por más que sean opuestos, forman un complejo cuyo conocimiento es tan útil al desarrollo intelectual de los que los suceden, como son útiles a la vida el agua y el son. (C. Picado T. "Pasteur y Metchnikoff").
Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo. Todas las fuerzas de la vieja Europa se han unido en santa cruzada para acosar a ese fantasma: el papa y el zar, Metternich y Guizot, los radicales franceses y los polizontes alemanes. (Marx y Engels. "El manifiesto comunista")
Con gran frecuencia, el papel de captar la atención del lector se realiza por medio de una cita textual. Esto es lo que se denomina un epígrafe, y se ubica, resaltado, en la parte superior del escrito, después del título.
Proposición. En el discurso clásico esta es una breve mención de la tesis general que se pretende impulsar. Ese recurso suele presentarse en los primeros párrafos del ensayo. Los siguientes son algunos ejemplos:
Pretendo mostrar cómo el desarrollo social y la conducta humana actual, no son logros del presente, sino que se apoyan en el conocimiento de los hechos pasados; y que el conocimiento es una progresión de ideas y acciones que se juntan y han sido transmitidos a través de las épocas. (J. Jaramillo. La aventura humana).
División. Un procedimiento que en el discurso y en el texto relativamente extenso ayuda mucho, es enumerar los asuntos que se tratarán. La división o mención de los puntos por tratar predispone a la comprensión y permite seguir el hilo expositivo.
Desarrollo. Cada uno de los puntos propuestos para el ensayo se desarrollará en el orden que convenga. Debe disponerse un espacio para repasar los aspectos fundamentales del desarrollo del ensayo. Esto puede hacerse dentro de un apartado que se llame "conclusión" o no, pero debe estar al final del trabajo con el fin de atar los cabos sueltos.
4. Elaboración del esquema
Una vez establecido el diseño, valga decir que la forma de organización general del ensayo, es conveniente preparar un esquema de redacción.
Bajo cada uno de los grandes asuntos (motivación, proposición, división, desarrollo, recapitulación) pueden irse apuntando las ideas que allí se considerarán. De paso, cabe estudiar la posibilidad de introducir algún tipo de subdivisión del escrito mediante títulos. No obstante, en los textos relativamente breves no se suele incluir ningún tipo de separaciones.
Dentro de cada apartado propuesto puede pensarse en algún tipo de ordenamiento de las ideas: presentarlas cronológicamente, en orden causa-efecto, de manera comparativa, etc. Estos criterios se tratan con mayor amplitud en la sección "Técnica textual del ensayo".
El esquema es una herramienta imprescindible para la generación de un texto amplio. El tiempo invertido en su perfeccionamiento y desarrollo se va a recuperar con creces en el proceso de redacción.
5. Redacción
Con base en el esquema preparado y todas las felices improvisaciones que surjan, se inicia la redacción. Lo normal es que se requieran varios borradores sucesivos. El resultado, de acuerdo con un generalizado precepto de redacción, puede guardarse algunos días entre una versión y otra.
No es de extrañar que resulte necesario hacer grandes correcciones, modificaciones del orden, supresiones, ampliaciones, etc. Conviene aceptarlas con resignación y estar en capacidad de renunciar a amplios fragmentos otrora considerados perfectos, o tener que redactar nuevo material para ampliar un asunto.
A continuación se tratan algunos recursos específicos de redacción.
5.1. Ordenes de la información. El orden es el criterio con que se clasifica la información en un texto. En los escritos de carácter práctico, los órdenes más corrientes en el ensayo son tres: cronológico, causa-efecto, comparativo.
Se denomina orden cronológico al que permite distribuir la información según el criterio del tiempo. Esta forma de organizar la información domina la referencia de hechos históricos, los procesos de elaboración o transformación de productos, etc. Analícese un ejemplo:
En un principio el hombre cosechaba sin sembrar. Se alimentaba de los frutos naturales del mar y de la tierra. No había nacido el derecho de propiedad. Solo existía el instinto de la cueva propia. /Cuando los productos gratuitos escasearon, el hombre trabajó. Sembró y cosechó para si mismo y para su familia. Nació la agricultura, Nació la propiedad./ Pronto el cazador tuvo más carne de la que podía comer, y el agricultor más legumbres de las que necesitaba. Vino el trueque. Vino la dependencia en otros./ Con el tiempo, el hombre primitivo se dedicó a producir más y más verduras, o más y más carne de caza. Cambiaba sus productos por granos de caco y con los granos compraba pieles finas, flechas y ornamentos almacenados por alguien que a su vez los obtenía de diversos productos. Se había establecido el comercio. (J. Figueres 1973)
El orden cronológico se caracteriza por una serie de nexos que ayudan a reforzarlo: inicialmente, posteriormente, luego, finalmente, de inmediato, después, con posterioridad, con anterioridad, al principio, seguimiento, al final.
Por otra parte, lleva el nombre de orden comparativo el procedimiento de relacionar la información según semejanzas y diferencias. Es una manifestación típica de todos los razonamientos de contraste. El siguiente es un ejemplo:
Desconfiado y astuto como un montañés: cortés pero tímido; trabajador sin constancia, buscando el provecho fácil de su esfuerzo; campesino egoísta, pero bondadoso, cazurro siempre, vive aquí un pueblo que no ha sido ni miserable ni inmensamente rico; ni guerrero ni sumiso; ni servil, ni rebelde; independiente sin guerra de independencia; liberado del coloniaje español por virtud de un oficio llegado de Guatemala un día de octubre de 1821, en que se le hacía saber que desde el 15 de setiembre ... en suma, un pueblo sin sentido trágico de la existencia. Un pueblo sin héroes, y que si alcanza a tenerlos, los destruye o los olvida, que es otro modo de destruir. (I: F. Azofeifa 1979).
El orden comparativo se refuerza en el texto por medio de enlaces como los siguientes: por otra parte, más bien, contrariamente, a diferencia de, no obstante, sin embargo, en contraposición, en cambio, etc.
Por otra parte, se llama causa-efecto una manera de ordenar un texto en el que se mencionan las razones y las consecuencias de una situación. Véase un ejemplo:
El hombre, en la actualidad, no está en ciento modo ya sometido a esta selección. Por ello, la selección natural no podrá impedir en el futuro la acumulación de trastornos hereditarios, pues el ser humano está interveniendo en este aspecto y dando supervivencia a seres que en otro tiempo no tendrían oportunidad de sobrevivir y reproducirse y que en términos genéticos se podrían considerar taras hereditarias. Esto podría significar para el ser humano que la herencia se fuera empeorando con los años, al no ser eliminados los seres con mutaciones negativas, ya que estas continuarán presentándose en nuestros elementos hereditarios y la recombinación de genes enfermos podría generar en un futuro lejano una civilización mucho menos sana. (J. Jaramillo 1992).
El orden causa-efecto se evidencia, entre otros, por medio de los siguientes enlaces: por tanto, en consecuencia, debido a ello, por esto, como resultado de ello.
El uso de conectores en la redacción ayuda a ilustrar mejor las relaciones entre las ideas; no obstante, es necesario tratar con mesura este recurso para no recargar el texto.
5.2. Recursos retóricos. La retórica es la técnica del bien decir, de dar al lenguaje eficacia para deleitar, persuadir o conmover. Se le asocia generalmente con la oratoria, por ser este arte pionero en la preocupación de utilizar todos los medios posibles para lograr su efecto persuasivo. El ensayo, por ser una forma de literatura en la que sobresale el afán de convencer, tiene a la retórica como uno de sus medios principales.
Los recursos retóricos se clasifican dos grandes campos:
Figuras de dicción y Figuras de significación
Las figuras de dicción, por adornar el texto en su nivel fónico o sea su sonido, tienen papel fundamental en la poesía. En cambio, las figuras de significación, que son las que permiten resaltar una idea, aunque desempeñan importante papel en los otros géneros literarios, poseen participación especial en el ensayo. A continuación se tratan algunas de estas figuras que pueden aplicarse en el ensayo.
Sentencia. Es la exposición breve y enérgica de una enseñanza profunda.
Sin embargo, la producción y la guerra pueden ser fuentes de frustración. Hasta los más nobles corceles, espoleados en exceso, se desbocan y se desbandan, si no se aplica a tiempo el freno de otro de la cultura. (J. Figueres).
Gradación. Se colocan las ideas en forma ascendente o descendente.
Verbo, Logos, Palabra, diversas expresiones de un mismo y grandioso instrumento mediante el cual el hombre no solo se sitúa en el Mundo y el Universo, sino que se hace de ellos su hogar. (L. Zea)
Paradoja. Reúne ideas al parecer contradictorias para poner más de relieve la profundidad del pensamiento.
El buen sentido es la cosa mejor repartida del mundo, pues cada uno piensa estar tan bien provisto de él, que aun aquellos que son más difíciles de contentar en todo lo demás, no acostumbran a desear más del que tienen. (R. Descartes)
Antítesis. Contrapone unos pensamientos a otros, unas palabras a otras para que resalte más la idea principal.
De altar se ha de tomar la patria para ofrendarle nuestra vida, y no de pedestal para levantarnos sobre ella. (J. Martí)
Interrogación o pregunta retórica. Expresa el efecto en forma de una pregunta cuya respuesta no se ignora.
¿Hasta cuándo respetarán esos sectores en Costa Rica el ordenamiento constitucional, sobre todo si continúan deteriorándose, más y más, velozmente, los índices del nivel de vida, se desata la inflación y siguen sin solución real los problemas del subdesarrollo? (J.L. Vega)
Hipérbole. Exagera una verdad para inculcarla con más fuerza.
Más que un poeta único. Ezra Pound parece un grupo de poetas de escuelas diferentes. (J. Coronel U)
Prosopopeya. Da vida a los seres inanimados.
Costa Rica está situada en una zona en que el Istmo centroamericano se adelgaza más y más descendiendo hacia la cintura del continente donde el Canal de Panamá muestra su herida abierta. (I. F. Azofeifa)
En el ensayo las figuras retóricas deben usarse con mesura y plena justificación. Es necesario que estén al servicio de las ideas fundamentales que se quieren impulsar.
5.3. Estilo del ensayo. El ensayo es un género moderno. Es por tanto un producto en el que se refleja el sentido práctico contemporáneo. En consecuencia, su lenguaje debe ser directo pero sin perder elegancia; su forma demanda sencillez aunque con cuidado de la rigurosidad; su contenido exige información precisa, pero rechaza el detallismo superficial.
El ensayista dirá lo que tenga que decir y callará lo innecesario. Planeará meticulosamente su planteamiento y lo expresará en el mínimo de palabras posible.
Le corresponderá garantizar su escrito contra la retórica innecesaria, la vaguedad, la repetición, la inconsistencia. Con ese fin debe planear , investigar, ejecutar y revisar su producto.
En tiempos ya no tan modernos, Santiago Ramón y Cajal (1896) describen el estilo de los trabajos científicos:
En síntesis, el estilo de nuestro trabajo será genuinamente didáctico, sobrio, sencillo, sin afectación, y sin acusar otras preocupaciones que el orden y la claridad.
lunes, 18 de febrero de 2008
miércoles, 26 de diciembre de 2007
Elementos árabes en el Cantar del Mio Cid
Elementos árabes en el Cantar del Mío Cid
Mabel I. Caballero y Alejandro I. Luna
Introducción
Teniendo en cuenta la condición anónima del Cantar, su transmisión por una serie de copistas, su entronque con unas tradiciones métricas y retóricas propias de una escuela (el mester de juglaría), y la dependencia de un tradicionalismo épico literario, se puede ver que el poema comparte ciertos rasgos con otros cantares de gesta, es decir, con la poesía tradicional y oral a la que pertenece. Por otro lado no se debe olvidar que durante mucho tiempo la morada vital de cristianos y musulmanes fue común. De modo que muchos rasgos del Cantar del Mío Cid aparecen en otras literaturas europeas pero al mismo tiempo se encuentran asociados a la literatura árabe.
Esta perspectiva de la modalidad hispanoárabe proporciona algunas claves para la comprensión de la figura del protagonista. Para estudiarlo ordenadamente, siguiendo un estudio realizado por Francisco Marcos Marín, lo podemos ver en sus tres planos: el individual, el plano medio entre él mismo y la sociedad, y el plano general de la sociedad entera, donde el hombre es sólo un número.
Primera parte. El héroe
Esta perspectiva de la modalidad hispanoárabe proporciona algunas claves para la comprensión de la figura del protagonista. Para estudiarlo ordenadamente, siguiendo un estudio realizado por Francisco Marcos Marín, lo podemos ver en sus tres planos: el individual, el plano medio entre él mismo y la sociedad, y el plano general de la sociedad entera, donde el hombre es sólo un número.
Primera parte. El héroe
El héroe era fundamentalmente el jinete, el caballero, y como tal lo encontrábamos armado de espada y lanza y montando magníficos corceles.
Este héroe tenía perfecta conciencia de su propia personalidad, de su papel de héroe, lo cual es evidente en la invocación a sí mismo. Es decir, el reconocimiento personal tan característico de la literatura árabe, que también se puede rastrear en varios textos literarios castellanos (por ejemplo en el poema de Alfonso xi).
A grandes voces llama el que en buen naçió:
¡feridlos, caualleros, por amor del Criador!
Yo soy Roy Díaz, el Cid de Bivar Campeador! (719-721)
Con los aluores myo çid ferir los va
En el nombre del criador e del apostol sancti yague
Ferid los caualleros damor e voluntad
Ca yo so Ruydiaz myo çid de biuar (1137-1140)
El autoapellido era la manera de agruparse en el combate y de reconocerse en medio de la polvareda, pero también llevaba implícito un concepto personal responsable. Esa responsabilidad normalmente recaía sobre la primera persona gramatical y, en aquellos casos en los que el autoapellido no aparece, puede estar resaltada en todo un fragmento. La valoración directa de la propia personalidad en función de ella misma es un concepto claramente épico.
Otro rasgo importante del héroe era el hecho de ser hijo de sus obras, puesto que con sus manos podía conseguir más de lo que podía recibir, lo cual no entra en oposición con cierto concepto árabe según el cual la fama se hereda de la familia, y por lo tanto se debe mantener. Todo lo contrario, indica que «la fuente de origen de nobleza está aún corriendo y que no hay un sentimiento cerrado de casta, sino que la mejor nobleza, la que no se pierde, está en el brazo del héroe». Este es el concepto que hace triunfar al Cid.
En esta dignidad adquirida, en este ser hijo de sus obras, lo fundamental del héroe era su valor en el combate. De modo que la exaltación de la persona del héroe generalmente iba ligada a una situación caballeresca, y el apellido en los combates, habitual entre los árabes, era una manifestación de fuerza.
Pero el nombre del héroe no lo era todo, ya que sus dos elementos fundamentales, el caballo y la espada, también tenían su propio nombre totalmente ligado al de su dueño, al punto de conocerse al dueño por el nombre del caballo, o de la espada, y viceversa. Un ejemplo de esto se puede ver en un poema de Amr b. ma di-Karib, con motivo de un combate entre persas y musulmanes:
Ego Abu-Tsaur sum et gladius meus Dsu-l Nun est. Eos modo iuvenis foribundi percutio; o gens Sobaid! ii moriuntur eos nonnisi ad pugnam incitavit.
El héroe como persona: características
Frente a la idealización que normalmente sufre el héroe en las novelas de caballerías, se puede observar su carácter humano.
Observamos ante todo que no se intentaba resaltar la belleza externa del héroe, sino que, al contrario, éste era famoso por sus proezas guerreras y por su valor, pues el valor guerrero era el que le confería honor.
Considerando ahora su valor moral, el héroe era ante todo el héroe en el combate. Como signo de esto, vemos la importancia de la sangre derramada corriendo al suelo por la montura o por la espada:
Por el cobdo ayuso la sangre destellando (1724 y 2452)
Vedes la espada sangrienta e sudiento el cauallo (1752)
La fuerza y el valor en el combate eran las primeras características de este héroe moral; pero era completamente indispensable la astucia, pues esta permitía conservar la vida.
Quando vio myo çid que alcoçer non se le daua
El fizo vn art e non lo detardaua
Dexa vna tienda fita e las otras lleuaua
Coio salon ayuso la su seña alçada
Las lorigas vestidas e çintas las espadas
A guisa de menbrado por sacar los a çelada
Veyen lo los de alcoçer dios commo se alabauan
Fallido a a myo çi el pan e la çeuada
Las otras abes lieua vna tienda a dexada (574-600)
Dando grandes alaridos los que estan en la çelada
Dexando una los delant por el castiello se tornauan
Las espadas desnudas a la puerta se parauan
Luego llegauan los sos ca fecha es el arrancada
Myo çid gaño a alcoçer sabet por esta maña (606-610)
Se abre aquí una nueva dimensión: ante el prototipo de la fortitudo, exaltación de los valores físicos del héroe árabe, tenemos un héroe consciente, que sabe que no puede hacer las cosas solo, que necesita ayuda, y que sus aliados también necesitan una razón personal para intervenir en la lucha. Su astucia debía proporcionarles esas razones:
Por aragon e por nauarra pregon mando echar
A tierras de castiella enbio sus menssaies
Quien quiere preder cueta e venir rrictad
Viniedde a myo çid que a sabor de caualgar
Çercar quere a valençia por a xristianos la dar (1187 -1191)
Andidieron los pregones sabet a todas partes
Al sabor de la ganançia non lo quiere detardar
Grandes yentes se le acoien de la buena xristiandad
Creçiendo ua en Riqueza myo çi el de biuar
Quando vio myo çi las gentes iuntadas com peços de pagar (1197-1201)
Junto al lema fortitudo sapientia, la lista de virtudes características del héroe se completa con la generosidad, rasgo predominante de la literatura árabe.
En el Cantar se puede ver cómo el Cid era señor de la vida de sus súbditos y se preocupaba por ellos en todos los detalles:
Hya mugier doña ximena nom lo auiedes Rogado
Estas dueñas que aduxiestes que uos siruen tanto
Quiero las casar con de aquestos myos vassallos
A cada vna dellas do les. C.C. marcos
Que lo sepan en castiella a quien siruieron tanto (1763-1767)
Las armas y el caballo
Este héroe tenía perfecta conciencia de su propia personalidad, de su papel de héroe, lo cual es evidente en la invocación a sí mismo. Es decir, el reconocimiento personal tan característico de la literatura árabe, que también se puede rastrear en varios textos literarios castellanos (por ejemplo en el poema de Alfonso xi).
A grandes voces llama el que en buen naçió:
¡feridlos, caualleros, por amor del Criador!
Yo soy Roy Díaz, el Cid de Bivar Campeador! (719-721)
Con los aluores myo çid ferir los va
En el nombre del criador e del apostol sancti yague
Ferid los caualleros damor e voluntad
Ca yo so Ruydiaz myo çid de biuar (1137-1140)
El autoapellido era la manera de agruparse en el combate y de reconocerse en medio de la polvareda, pero también llevaba implícito un concepto personal responsable. Esa responsabilidad normalmente recaía sobre la primera persona gramatical y, en aquellos casos en los que el autoapellido no aparece, puede estar resaltada en todo un fragmento. La valoración directa de la propia personalidad en función de ella misma es un concepto claramente épico.
Otro rasgo importante del héroe era el hecho de ser hijo de sus obras, puesto que con sus manos podía conseguir más de lo que podía recibir, lo cual no entra en oposición con cierto concepto árabe según el cual la fama se hereda de la familia, y por lo tanto se debe mantener. Todo lo contrario, indica que «la fuente de origen de nobleza está aún corriendo y que no hay un sentimiento cerrado de casta, sino que la mejor nobleza, la que no se pierde, está en el brazo del héroe». Este es el concepto que hace triunfar al Cid.
En esta dignidad adquirida, en este ser hijo de sus obras, lo fundamental del héroe era su valor en el combate. De modo que la exaltación de la persona del héroe generalmente iba ligada a una situación caballeresca, y el apellido en los combates, habitual entre los árabes, era una manifestación de fuerza.
Pero el nombre del héroe no lo era todo, ya que sus dos elementos fundamentales, el caballo y la espada, también tenían su propio nombre totalmente ligado al de su dueño, al punto de conocerse al dueño por el nombre del caballo, o de la espada, y viceversa. Un ejemplo de esto se puede ver en un poema de Amr b. ma di-Karib, con motivo de un combate entre persas y musulmanes:
Ego Abu-Tsaur sum et gladius meus Dsu-l Nun est. Eos modo iuvenis foribundi percutio; o gens Sobaid! ii moriuntur eos nonnisi ad pugnam incitavit.
El héroe como persona: características
Frente a la idealización que normalmente sufre el héroe en las novelas de caballerías, se puede observar su carácter humano.
Observamos ante todo que no se intentaba resaltar la belleza externa del héroe, sino que, al contrario, éste era famoso por sus proezas guerreras y por su valor, pues el valor guerrero era el que le confería honor.
Considerando ahora su valor moral, el héroe era ante todo el héroe en el combate. Como signo de esto, vemos la importancia de la sangre derramada corriendo al suelo por la montura o por la espada:
Por el cobdo ayuso la sangre destellando (1724 y 2452)
Vedes la espada sangrienta e sudiento el cauallo (1752)
La fuerza y el valor en el combate eran las primeras características de este héroe moral; pero era completamente indispensable la astucia, pues esta permitía conservar la vida.
Quando vio myo çid que alcoçer non se le daua
El fizo vn art e non lo detardaua
Dexa vna tienda fita e las otras lleuaua
Coio salon ayuso la su seña alçada
Las lorigas vestidas e çintas las espadas
A guisa de menbrado por sacar los a çelada
Veyen lo los de alcoçer dios commo se alabauan
Fallido a a myo çi el pan e la çeuada
Las otras abes lieua vna tienda a dexada (574-600)
Dando grandes alaridos los que estan en la çelada
Dexando una los delant por el castiello se tornauan
Las espadas desnudas a la puerta se parauan
Luego llegauan los sos ca fecha es el arrancada
Myo çid gaño a alcoçer sabet por esta maña (606-610)
Se abre aquí una nueva dimensión: ante el prototipo de la fortitudo, exaltación de los valores físicos del héroe árabe, tenemos un héroe consciente, que sabe que no puede hacer las cosas solo, que necesita ayuda, y que sus aliados también necesitan una razón personal para intervenir en la lucha. Su astucia debía proporcionarles esas razones:
Por aragon e por nauarra pregon mando echar
A tierras de castiella enbio sus menssaies
Quien quiere preder cueta e venir rrictad
Viniedde a myo çid que a sabor de caualgar
Çercar quere a valençia por a xristianos la dar (1187 -1191)
Andidieron los pregones sabet a todas partes
Al sabor de la ganançia non lo quiere detardar
Grandes yentes se le acoien de la buena xristiandad
Creçiendo ua en Riqueza myo çi el de biuar
Quando vio myo çi las gentes iuntadas com peços de pagar (1197-1201)
Junto al lema fortitudo sapientia, la lista de virtudes características del héroe se completa con la generosidad, rasgo predominante de la literatura árabe.
En el Cantar se puede ver cómo el Cid era señor de la vida de sus súbditos y se preocupaba por ellos en todos los detalles:
Hya mugier doña ximena nom lo auiedes Rogado
Estas dueñas que aduxiestes que uos siruen tanto
Quiero las casar con de aquestos myos vassallos
A cada vna dellas do les. C.C. marcos
Que lo sepan en castiella a quien siruieron tanto (1763-1767)
Las armas y el caballo
Hasta ahora vimos al héroe como hijo de sus obras y responsable del honor del grupo. Pero el héroe no era tal si iba desprovisto de sus armas fundamentales: la espada y el caballo.
Los grandes tajos son característicos en la literatura épica árabe, por lo que el héroe y su caballo normalmente finalizaban el combate cubiertos de sangre. El tajo de espada que divide en dos al enemigo es muy característico de un héroe musulmán de especial importancia en al-Andalus, Ali ibn Abu Talib, cuya espada —regalo del Profeta— aparece partiendo por el medio a oponentes en miles de representaciones del arte popular en todo el mundo musulmán, de Marruecos a China.
En el Mío Cid abundan los ejemplos de golpes, heridas, tajos y cabezas cortadas, todos ellos producto de la actuación del héroe armado y a caballo.
Diol tal espadada con el so diestro braço
Cortol por la çintura el medio echo en campo (750-751)
También son muy frecuentes tanto en la poesía árabe como en los cantares castellanos y franceses, las imágenes donde la sangre mana de las heridas y sale a chorros:
Tres dobles de loriga tenie fernando aquestol presto
Las dos le desmanchan e la terçera finco
El belmez con la camisa e con la guarnizon
De dentro en la carne vna mano gela metio
Por la boca afuera la sangrel salio (3634-3638)
Otro detalle de gran importancia era que el héroe recibía su espada de otra persona a la que debía respeto, o bien la ganaba en el combate. Esta modalidad está también presente en el contexto árabe y aparece conservada en la leyenda aljamiada de Alí. El profeta venció a Du’l-faqar en la batalla de Badr. Roland, según el cantar de Aspremont, consiguió su espada Durendal venciendo al sarraceno Aumont. Y el Cid también ganó sus espadas en combate.
Vençido a esta batalla el que en buen ora nasco
Al conde don Remont a preson le an tomado
Hy gaño a colada que mas vale de mill marcos (1008-1010)
Mato a bucar al Rey de allen mar
E gano a tizon que mill marcos doro val (2425-2426)
También es muy importante la personalización de la espada pues, como mencionamos anteriormente, éstas tenían su propio nombre.
Quando lo vio ferrangoçalez conuuo a tizon (3643)
Quando este colpe a ferido colada la preçiada (3657)
Pero no sólo se destacaban por el hecho de tener nombre, sino también por el brillo majestuoso que las caracterizaba, objeto de alabanza en el canto de los poetas:
Pusieron las en mano del Rey so señor
Saca las espadas e Relumbra toda la cort
las maçanas e los arriazes todos doro son
Marauillan se dellas todos los omnes buenos de la cort (3175-3179)
Martin antolinez mano metio al espada
Relumbra tod el campo tanto es linpia e clara (3649-3650)
La figura del héroe queda delineada con el caballo. Para los árabes éste era tan importante que lo reservaban para el combate o para los ejercicios ecuestres. Por ello, tenían la costumbre de montar en camello cuando se dirigían a la lucha, llevando los caballos de la brida para que no se fatigaran con el camino, y los montaban sólo cuando llegaban al campo de batalla. Este animal también está personificado, por lo tanto tiene nombre propio.
La importancia que se daba a los caballos en el Al-andalus aparece también en estos versos del Mío Cid:
El Rey alço la mano la cara se sanctigo
Hyo lo juro par sant esidre el de leon
Que en todas nuestras tierras non ha tan buen varon
Myo çid en el cauallo adelant se llego
Fue besar la mano a so señor alfonsso
Mandastes me mouer a bauieca el corredor
En moros ni en xristianos otro tal non ha oy
Hy uso le do en don mandedes le tomar señor
Essora dixo el Rey desto non he sabor
Si a uso le tollies el cauallo no haurie tan buen señor
Mas atal cauallo cum est pora tal commo vos
Pora arrancar moros del canpo e ser segudador
Quien vos lo toller quisiere nol vala el criador
Ca por uso e por el cauallo ondrados somos nos (3508-3521)
Un ejemplo en la literatura árabe es el caso de una yegua llamada Sakab, que un rey pidió a uno de los Banu Jamim, y que inspiró una poesía escrita en su alabanza. Inclusive en algunos textos árabes ni siquiera figura la palabra caballo, que suele ser introducida por el traductor para lograr una mayor comprensión.
Al igual que con las espadas, los caballos se conseguían arrebatándolos del enemigo, o en donación de amistad, o bien pagando por ellos grandes cantidades.
Mando myo çid a los que ha en su casa
Que guardassen el alcaçar e las otras torres altas
E todas las puertas e las exidas e las entradas
E aduxiessen le a bauieca poco auie quel ganara (1570-1573)
El valor que los árabes adjudicaban al caballo también se encuentra en el Cid y se hace evidente en aquellos episodios en los que el héroe le envía caballos al rey como obsequio y muestra de fidelidad.
Desta batalla que auemos arrancado
Al Rey alfonsso que me a ayrado
Quierol enviar en don .XXX cauallos
Todos con siellas e muy bien enfrenados
Señas espadas de los arzones colgando
Dixo mynaya albar fañez esto fare yo de grado (814-819)
Al Rey alfonsso myo señor natural
Destas mis ganançias que auemos fechas aca
Dar le quiero cauallos e uos yd gelos lleuar (1272-1274)
El honor privado
En las condiciones sociales de la epopeya, la persona aislada era poco importante, lo cual no implicaba la no consideración de la persona, lo cual se demuestra con el uso del autoapellido. Lo que sucede es que el individuo tenía más importancia en sus relaciones con la familia y la sociedad que en su posición aislada, pues la importancia fundamental radicaba en el grupo.
El honor privado incluía dos categorías: el pundonor (conciencia de sí mismo y la propia valía) y el honor propiamente dicho (el valor de la persona, independientemente de su consideración social). El concepto de honor público encuadraría a la persona dependiente de su consideración social, es decir la honra.
Para los árabes el honor de la persona era el ’ird (plural ’ard) y la exaltación del ’ird era una forma literaria árabe típica. Esta exaltación era el fajr (jactancia), evidente en la autoexaltación propia de todos los casos de autoapellido, aunque esta no era la única forma.
Muchas veces podía verse que el héroe era ultrajado en su honor. El ultraje al ’ird recibía el nombre genérico de damm, y se relaciona con los términos madamma (deshonor y también avaricia) y damama (deshonor). Y la forma poética correspondiente a este tema era la temible sátira o hiya, completamente opuesta al madh.
Entre los árabes, los elementos de honor se daban en el grupo, la familia o el individuo. En el primero de ellos cabe hablar de un honor público, pudiendo diferenciar tres individuos capacitados para su propio ’ird: el jefe, el poeta y el orador. De estos tres, nos detendremos en la figura del jefe, por estar más relacionada con el Mío Cid.
Las cualidades constitutivas del ’ird del jefe eran la generosidad, la inteligencia y el valor; «este último relacionado con toda la sociedad, puesto que el jefe es también el general en el combate y el héroe (faris) de su grupo.»
Pero sobre todo, una de las mejores virtudes del héroe era el al-hilm (la mesura), que obligaba al jefe a contenerse y a no abandonarse a su ira. Los árabes dicen «modérate y llegarás al poder».
Es en su desenvolvimiento en las Cortes de Toledo donde mejor podemos apreciar el carácter mesurado del Cid, episodio en el que prepara una astuta trama jurídica en la que se van enredando los infantes de Carrión, quienes creen erróneamente que el Cid se contenta con una satisfacción simbólica, sin sospechar el reto que igualmente tendrán que afrontar más tarde.
Otro ejemplo claro de su admirable mesura es el episodio del león:
En esto desperto el que en buen ora naçio
Vio cerçado el escaño de sus buenos varones
Ques esto mesnadas o que queredes uos
Hya señor ondrado Rebata nos dio el Leon
Myo çid finco el cobdo en pie se leuanto
el manto trae al cuello e adeliño pora Leon
El Leon quando lo vio assi envergonço
Ante myo çid la cabeça premio y el Rostro finco
Myo çid don Rodrigo al cuello lo tomo
E lieua lo adestrando en la Red le metio
A marauilla lo han quantos que y son (2292-2302)
No se debe olvidar que tanto en Oriente como en Occidente el honor dependía del poder personal, premisa válida tanto para la sociedad como para el individuo. Si el Cid no era nadie en el destierro, sí lo fue cuando adquirió cierto poder, el cual le otorgaba autoridad, aunque su situación siguiera siendo la misma. Este poder, como ya se dijo, podía ser heredado o adquirido por el propio esfuerzo. Así es como, para los árabes, ’Isami era el hijo de sus obras, ideal de héroe árabe, mientras que ’Izami era el que conserva una gloria heredada.
Por lo tanto, el ’Isami era quien tenía derecho a practicar la mufajara (fajr) o autoalabanza en público, y en estos actos también era aconsejable la mesura, pues el alabarse despreciando al contrario podía traer graves consecuencias. Este fajr puede rastrearse en la serie 90 del Cantar, cuando el Cid ha alcanzado la cima de su éxito. También en la serie 140, cuando respondió a García Ordóñez, recordándole el conocido incidente de la barba de este último, mesada en la humillación pública de Cabra. En oposición, se destacan las series dedicadas a la jactancia de los infantes de Carrión en el robledo de Corpes (series 130 y 131), o la de García Ordóñez en el juicio (140), oportunamente contestadas por el Campeador.
Segunda parte. Individuo y sociedad
Más allá de estudiar el papel de la persona considerada aisladamente, hay que prestar atención a la dimensión comunitaria del héroe. El individuo vivía en un ambiente familiar, con el cual conservaba una relación muy estrecha. El Cantar está teñido continuamente por manifestaciones de cariño del Cid hacia su esposa y sus hijas.
En esta íntima relación del héroe con su familia, la ofensa a un miembro de ésta suponía la ofensa a toda ella:
Quando lo vio doña Ximena a pies se le echaua
Merçed campeador en buen ora cinxiestes espada
Sacada me auedes de muchas verguenças malas (1594-1596)
En el último verso, vergüenças malas no sólo se refiere a la situación en la que queda la familia del desterrado, estigmatizada ante los demás por la resolución real, sino también a la vergüenza causada por la mirada de los otros, algo que el desterrado no sufre por estar ausente. Por eso el destierro era un daño de la honra, porque dependía de los demás, y no del honor, que era propio.
El vínculo entre el individuo y la sociedad imponía ciertas obligaciones como la venganza de la sangre, la guerra y la protección del débil y de la mujer,.
La venganza de sangre
Los árabes tenían el deber de vengar las injurias, pues, como dice un proverbio, «sólo el toro soporta la ofensa». Y el Corán no prohíbe la venganza de sangre, con lo que Muhammad fue muy rígido pues lo ayudaba a conservar la unidad de sus adeptos:
La venganza debe ser proporcional a la injuria que la sugiere. Pero el hombre generoso que perdona tiene su recompensa junto a Dios, que odia a los violentos. (Azora xlii, aleya 38)
La ley no condena al que venga una ofensa recibida. (Azora xlii, aleya 39)
Pero con el tiempo, la venganza de la sangre fue abolida y cedió el lugar a la justicia.
El duelo judicial
En Castilla, era usual juzgar las ofensas en un duelo, generalmente en aquellos casos de difícil resolución, en los que cabía cierta duda. Este es otro elemento propio de la literatura árabe, que corresponde al género Sira. En el episodio del robledo de Corpes, el Cid fue deshonrado en su patrimonio más íntimo y afectivo: el de sus hijas, maltratadas y humilladas por quienes eran de mayor alcurnia que ellas y que su padre; de modo que el reto o duelo judicial era también aquí el único medio del Cid para recuperar la honra.
Estas apreçiaduras myo çid presas las ha
Sos omnnes las tienen e dellas penssaran
Mas quando esto ouo acabado penssaron luego dal
Merçed ay Rey señor por amor de caridad
La Rencura mayor non se me puede olbbidar
Oyd me toda la cort e peseuos de myo mal
De los yfantes de carrion quem desondraron tan mal
A menos de riebtos no los puedo dexar (3250-3257)
La vergüenza
Si tenemos en cuenta que para cada individuo lo fundamental era su honor (’ird), mantenerlo respetado era un principio fundamental para no tener que sufrir la tan temida vergüenza (’yar). De este modo, la ofensa era el único modo de romper la relación entre la propia vergüenza y la ajena, trayendo como consecuencia la venganza. Así queda cerrado el círculo en torno al concepto del honor y se hace evidente cómo el individuo estaba inseparablemente ligado al grupo. En el Cantar vemos cómo mesar o arrancar los pelos de la barba era un insulto, una humillación pública, hecho recordado por el Cid a García Ordóñez, en la serie 140.
La mujer
El papel que tiene la mujer en la épica castellana es relativamente más importante que en la épica francesa. En el Cantar, la mujer y las hijas del Cid son figuras muy destacadas, mientras que por ejemplo en la Chanson de Roland, las mujeres aparecen prácticamente fuera de la acción. De todos modos, en una época en la que la mujer estaba completamente sometida al marido, era de esperar ese tratamiento en la literatura.
En la sociedad árabe, la mujer valía por su capacidad de ser madre, pues era ella la que proporcionaba los futuros guerreros. Por otro lado, el mahr o dote, integraba una parte importante de los bienes del marido, aunque debía devolverlo en caso de divorcio.
Eso también lo podemos verificar en el Cantar, en ocasión del casamiento de las hijas del Cid con los infantes de Carrión, quienes recibieron de él una importante dote y numerosos regalos antes de marchar hacia Corpes, y que luego, en las Cortes de Toledo (serie 137), fueron reclamadas una a una por el Campeador.
Por otro lado, el casamiento era el medio de honra para la mujer. Con su primer casamiento, las hijas de Don Rodrigo se vieron humilladas en el episodio del robledo de Corpes y era necesario que se volvieran a casar para recuperar la honra perdida con lo cual, al mismo tiempo, procuraban una mayor honra al padre, al emparentarlo con los reyes de Navarra y de Aragón. Y con esto volvemos a cerrar el círculo del héroe en relación con su familia, en este caso a través de la mujer.
El honor público
El hombre, dentro del contexto familiar, recibía de éste una parte de su ’ird u honor personal y le entregaba su honor público, su ’ar. Justamente eso era la honra que, como ya dijimos, no dependía del individuo sino de la estimación que los otros hacían de él.
Pero la interacción del individuo con la sociedad implicaba otros valores adicionales, puesto que lo que era imprescindible para la existencia del individuo era perjudicial para el mantenimiento de la unidad social.
Por eso, al héroe-caballero va a sustituir el héroe-comunidad, sea orden caballeresca, ejército o pueblo en resistencia; a las virtudes individuales, las virtudes sociales; a la libertad, la estructuración. En esta nueva estructuración la sociedad recreará lo que cada caballero ha hecho individualmente: el duelo entre campeones será reproducido en la guerra; la visión religiosa del individuo buscará un cauce social y favorecerá la magia; el individuo se someterá al vasallaje; la mujer será un elemento más al servicio del honor social al que estará sujeta de tal modo que su propio honor individual valdrá como reflejo de su honor público. Es el momento en el que la honra está por encima del honor y el parecer del ser.
Tercera parte. La sociedad
El individuo instalado en una sociedad debía cumplir una serie de obligaciones. Pero ella también sufría cierta necesidad de dominio y debía cumplir con un orden al que no podía escapar.
La magia
En esa sociedad, si bien la religión presuponía una sumisión a voluntad «superior», la magia era la lucha contra esa voluntad en un intento por dominarla para imponer la voluntad del mago.
Según explica Marcos Marín, los árabes preislámicos eran muy poco religiosos y, por ello, bastante mágicos, practicando fundamentalmente la adivinación. Pero con la llegada del Islam, los pueblos que hasta entonces tenían una religión suave y de escasa práctica, pasaron a tener una religión en la que el hombre adoptaba una postura decididamente sumisa. Al mismo tiempo, la conquista de Persia y Mesopotamia los puso en contacto con pueblos que habían desarrollado prácticamente todos los aspectos de la magia y que abarcaban distintos procesos adivinatorios:
• La firasa o fisionomía y sus ramas: quiromancia, omoplatoscopia o escapulomancia, reconocimiento de la huellas en el suelo, detección de fuentes, adivinación propiamente dicha (conocimiento del porvenir a partir de hechos pasados), palmomancia.
• La magia y sus ramas: adivinación, magia blanca, hechicería, conjuros y encantamientos, el arte de hacerse invisible o desaparición instantánea de la vista, la ciencia de los artificios y trucos, el arte de descubrir los fraudes, la prestidigitación, los encantos, el uso de filtros y medicamentos.
• La astrología judicial y sus ramas: días fastos o nefastos o hemerología y menelogía, geomancia, agüeros, rapsodomancia, ornitomancia.
Todas estas mancias se fueron añadiendo al acervo mágico de los árabes preislámicos, de modo que en el mundo medieval, sólo los árabes tenían unos conocimientos mágicos realmente amplios.
De todos estos procesos, nos ocuparemos sólo de dos, por ser los que podemos rastrear en el Cantar del Mío Cid: la aparición del ángel y los agüeros.
(a) La aparición del ángel
En la epopeya francesa, la figura del ángel fue muy importante, aunque su papel fue mucho mayor en la epopeya castellana, colocándose a la misma altura que la árabe.
El sueño présago era de gran importancia en la tradición islámica y en las leyendas aljamiadas y, en ambas, era Gabriel quien relacionaba a Dios con el héroe, interviniendo generalmente como incitador. Justamente de ese modo aparece en el Cantar:
Y se echaua myo çyd despues que fue çenado
Vn sueñol priso dulçe tan bien se adurmjo
El angel gabriel a el vino en sueño
Caualgad çid el buen campeador
ca nunqua En tan buen punto caualgo varon
Mientra que visquieredes bien se fara lo to
Quando desperto el çid la cara se sanctigo (405-410)
(b) Los agüeros
La difusión de los agüeros, común entre los árabes y los cristianos que habitaban la península, marcaba la diferencia más notable entre ésta y el resto de Europa.
Era la forma más inmediata y primitiva de adivinación, basada fundamentalmente en la observación de los animales y principalmente de las aves, animales agoreros por excelencia.
Acerca de la importancia de los agüeros en la épica castellana, dice Menéndez Pidal:
La superstición de los agüeros fue muy tenida en cuenta en la epopeya castellana, al revés de la francesa, que apenas presenta vestigios de tal creencia… Mío Cid, si hemos de creer al cantar que le celebra, era muy dado a consultar el vuelo de las aves…
El Cid se presenta como agorero en muchos pasajes del poema. Por ejemplo:
Al exir de Salon mucho ouo buennas aues (859)
Violo en los auueros el que en buen ora çinxo espada
Que estos casamientos non serien sin alguna tacha (2615-2616)
Pero donde se hace más notorio es a partir del verso 11:
A la Exida de biuar ouieron la corneja diestra
E entrando a burgos ouieron la siniestra
Meçio myo çid los ombros y engrameo la tiesta
Albricia albar ffañez ca echados somos de tierra
mas a grand ondra tornaremos a Castiella
Aquí, el Cid interpretaba el agüero como favorable, de acuerdo con el sistema árabe, como un movimiento de derecha a izquierda. El presagio era negativo para quienes se quedaban, no para quienes se iban, por lo cual podía pedir albricias.
De todos modos, cabe aclarar que las técnicas adivinatorias árabes eran mucho más complejas: el al-tira o al-tayr era la observación del vuelo espontáneo, que en principio era de buen o mal augurio, luego sólo de malo, y que más tarde fue condenada por idolátra en el Corán; el zayr consistía en lanzar una piedra contra un ave y gritar: si el pájaro volaba a la derecha se deducía un buen agüero, si volaba a la izquierda era un mal presagio. Esta interpretación se podría aplicar al episodio de la corneja del Cid en la que, como vimos, el vuelo sería sanih, de buen agüero.
La caballería
En el mundo preislámico, la serie de rasgos morales del héroe constituyen lo que ellos denominaban la futuwa, y que lo ligaban a la persona del caballero, faris al-jayl, cuyo colectivo jayl correspondía al término romance caballería. De este modo, el caballero románico tenía todas las virtudes del héroe (fata) islámico dentro de una estructura ética en la cual la caballería se asociaba directamente con la futuwa.
De este modo, el caballero, que tenía una serie de privilegios, tenía también costumbres y rasgos distintivos propios de la caballería, como el hecho de llevar retratos de las damas en el brazo derecho, la práctica de juegos ecuestres, y la tenencia de la espada y el caballo, de lo que ya hemos hablado. Pero lo fundamental era el desempeño en la guerra.
La guerra
El caballero debía su importancia gracias a su utilidad en caso de guerra, y en esto la presencia de los árabes es patente: ellos practicaban dos tácticas, el karr y el farr, que luego pasó a los ejércitos castellanos y de allí al resto de Europa. Este tipo de combate era el preferido por la caballería feudal por favorecer especialmente al héroe individual, que congregaba a sus hombres diciendo en alta voz su apellido y mostrando su bandera.
De Abuljatar el Quelbi se cuenta que al llegar a España: «Traía su pendón ceñido al hierro de una lanza y guardado en su funda, y al acampar en el Guadajoz se vistió y arregló, hizo clavar en un asta el hierro de la pica al que estaba adherido el estandarte, y luego se puso en marcha».
Durante el combate, el estandarte era llevado flameando de un lado a otro y era lanzado a tierra cuando el ejército se daba a la fuga. Esta costumbre de clavar el estandarte en una lanza procede de Kusayy, fundador del gobierno de los Coraichíes en la Meca, al expulsar a la tribu de los Josaíes.
La práctica de llevar las banderas atadas a las lanzas también era común entre los castellanos:
Enbraçan los escudos delant los coraçones
Abaxan las lanças abueltas de los pendones (715-716)
Trezientas lanças son todas tienen pendones (723)
Tantos pendones blancos salir vermeios en sangre (729)
Quando su seña cabdal sedie en somo del alcaçar (1220)
Otra costumbre de los árabes era la de llevar a su mujer e hijas al campo de batalla, para oírlas gritar y verlas llorar. Éstas inclusive se destapaban la cara como recurso eficaz para despertar el valor de sus hombres, pues la cara destapada era la señal de la esclavitud si su tribu era vencida.
También este rasgo fue compartido por la épica hispánica, y se puede apreciar en el Poema del Mío Cid:
Venidom es deliçio de tierras dallent mar
Entrare en las armas non lo podre dexar
Mis fijas e mi mugier verme an lidiar
En estas tierras agenas veran las moradas commo se fazen
Afarto veran por los oios commo se gana el pan
Su mugier e sus fijas subiolas al alcaçar
alçauan los oios tiendas vieron fincar (1639-1645)
Mugier sed en este palaçio e si quisieredes en el alcaçar
Non ayades pauor por que me veades lidiar
Con la merçed de dios e de sancta Maria madre
Creçem el coracon por que estades delant (1652-1655)
La guerra santa
La idea de la guerra sufrió una importante transformación con la llegada del Islam, religión fundamentalmente guerrera, pues la extensión de la fe debía hacerse por la guerra santa, lo que a su vez conducía a una exaltación religiosa del guerrero. Así es como las virtudes caballerescas pasaban a ser virtudes religiosas: el hombre más digno de premio era el guerrero, para quien —tal como lo anuncia el Corán—, estaba abierto el Paraíso:
Y combatid en la senda de Alá a los que os combaten a vosotros y no infrinjáis; en verdad Alá no ama a los infractores.
Y matadlos dondequiera que los encontréis, y echadlos de donde ellos os echaron a vosotros; y el escándalo es más grande que el homicidio; pero no los matéis en la mezquita la vedada, si no os matan a vosotros en ella; pero si os matan, matadlos a ellos; éste es el galardón de los incrédulos. (Azora ii, aleyas 186 y187)
Pero combatirán en la senda de Alá aquellos que venden la vida del mundo por la otra; y aquel que combate en la senda de Alá, ya muera, ya triunfe, de cierto le daré galardón grande. (Azora iv, aleya76)
No cejéis, pues, y no pidáis la paz, y vosotros sois los más altos y Alá está con vosotros y no os privará de vuestras obras. (Azora xlvii, aleya 37)
Por otro lado, el cristianismo también había dejado de ser una religión de paz desde el momento en que Constantino colocó la cruz en sus banderas, adoptando la idea musulmana y haciendo cristiana la guerra de religión.
Ese esquema musulmán imitado por los cristianos se puede observar en el verso 731 del Cantar, en el que cada cual combate ante todo por su fe.
Los moros llaman mafomat e los xristianos sancti yague
También podemos reconocer esta nueva cristiandad «islamizada» en la figura del arzobispo D. Jerónimo de Perigord, cuando le pide al Cid que le conceda los primeros golpes contra los almorávides que atacan Valencia:
De parte de orient vino un coronado
El obispo don ierome so nombre es llamado
Bien entendido es de letras e mucho acordado
De pie e de cauallo mucho era arreziado
Las prouezas de myo çid andaualas demandando
Sospirando el obispo ques viesse con moros en el campo
Que sis fartas lidiando e firiendo con sus manos (1288-1295)
Pido uso vn don e seam en presentaia
Las feridas primeras que las aya yo otorgadas
Dixo el campeador des aqui uos sean mandadas (1708-1710)
Afeuos el obispo don iherome muy bien armado esta
Parauas delant al campeador siempre con la buen auze
Yo uso dix la missa de sancta trinidade
Por eso sali de mi tierra e vin uso buscar
Por sabor que auia de algun moro matar
Mi orden e mis manos querria las ondrar
E a estas feridas yo quiero yr delant
Pendon trayo a croças e armas de señal
Si plogiesse a dios querria las ensayar
Myo coraçon que pudiesse folgar
E uso myo çid de mi mas uos pagar
Si este amor non feches yo de uos me quiero quitar
Essora dixo myo çid lo que uos queredes plaz me
Afe loss moros a oio yd los ensayar
Nos daquent veremos commo lidia el abbat (2368-2382)
La otra evidencia del punto de contacto hispano-árabe es la aparición en los poemas épicos del sermón (jotba) y de la bendición antes del combate:
Es dia es salido e la noch es entrada
Nos detardan de adobasse essas yentes xristianas
A los mediados gallos antes de la mañana
El obispo don iherome lamissa les cantaua
La missa dicha grant sultura les daua
El que aquí muriere lidiando de cara
Prendol yo los pecados e dios le abra el alma
A uso çid don Rodrigo en buen ora çinxiestes espada
Hyo uos cante la misssa por aquesta mañana (1699-1707)
En todo esto podemos observar la gran influencia que ejercieron los musulmanes en los reinos cristianos de la Península Ibérica.
Pero, como dijimos al principio, esta perspectiva de la modalidad hispanoárabe no pretende delinear al Cid como un personaje mozárabe sino proporcionar algunas claves para su comprensión.
Bibliografía
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Rubio García, Luis, Realidad y fantasía en el poema de Mío Cid, Universidad de Murcia, Departamento de Filología Románica, 1972.
© Mabel I. Caballero y Alejandro I. Luna, 2000
Análisis de las figuras femeninas del Poema de mio Cid
Análisis de las figuras femeninas del Poema de mio Cid
Paola D’Avella, Antonella Scarnecchia y Cinzia Xodo
El Poema de mio Cid es el primer monumento literario escrito en lengua castellana y pertenece a la poesía épica, caracterizada por la oralidad, un estilo alto, un lenguaje culto y la finalidad de entretener y de transmitir valores universales. Estas características se pueden observar claramente en nuestro poema, donde la acción se desarrolla alrededor del héroe, figura perfecta desde el punto de vista social (valor y honra) y humano (el contexto familiar).
Aquí analizaremos la figura de la mujer en el Poema. Las mujeres que desempeñan un papel en la obra son tres:
Doña Ximena, mujer del Cid
Doña Sol y doña Elvira, hijas del Cid
Como todo está centrado en la figura del Cid, las mujeres tienen una función accesoria y son funcionales a los objetivos del protagonista y del poeta. El héroe, a través de las hijas, logra obtener una posición económica y social mejor; el cantor se sirve de los personajes femeninos para enaltecer la figura del protagonista.
El autor nos enseña los aspectos domésticos y familiares de la vida del héroe para subrayar su humanidad. No es casual que la acción central consista en el primer casamiento de sus hijas, que causará la venganza del Cid y nuevas bodas más ventajosas. Estos aspectos sirven también para crear una impresión de verosimilitud a nivel humano, que se relaciona con el concepto de “historicidad”. El poeta juega con las emociones para conmovernos y hacernos participar, llevándonos a una identificación emocional con los personajes. Por esto, las primeras bodas, la afrenta de Corpes, el juicio y los duelos (que casi van formando un clímax) representan el núcleo dramático de la historia.
Muchas veces se cuentan los acontecimientos a través de los ojos de doña Jimena y de sus hijas (por ej. la entrada en Valencia). Se utiliza este artificio para subrayar momentos de gran dulzura y poesía, delicados y sugestivos, pero también porque los ojos de las mujeres son más sensibles y por esto todo se hace más grande, aun (y sobre todo) la figura del Cid. Además, las tres mujeres se impresionan mucho porque ven por primera vez una ciudad mora y, sobre todo, el mar, que para ellas tiene un valor exótico: esto nos da la idea de la imposibilidad para las mujeres medievales de moverse y viajar. En particular, al entrar en Valecia, los ojos tienen también otro valor: son los primeros ojos de mujeres cristianas que los hombres de la ciudad mora ven después de mucho tiempo.
Doña Jimena
Todos los gestos del Cid hacia su familia, aun los más naturales, son enfatizados: así el hecho de que él deje toda su ganancia a la mujer antes de irse al exilio es considerado como un gesto de gran merced. Jimena, en este sentido, desempeña un papel muy importante, sobre todo con su conmovedora plegaria en la iglesia antes de que el Cid se marche. En su “Credo”, Jimena relaciona nuestro héroe con un ángel y coloca toda su acción en un plano universal, deseado por Dios y enaltece su figura a nivel sagrado.
Las hijas
También doña Elvira y doña Sol son utilizadas muy bien por el poeta, en su intención de subrayar las calidades humanas del protagonista. Las dos hijas son obedientes y son consideradas “peones en la lucha para el poder”. El Cid siente por ellas la ternura de un padre, pero las mueve como juguetes en el tablero de la guerra, como cualquier señor medieval hacía con sus mujeres. Y en esto el Cid no tiene ninguna actitud especial o sagrada. Esto se puede ver muy claramente en las bodas de doña Elvira y doña Sol:
· sobre ambas bodas, el padre expresa dudas, no por la posible infelicidad de las hijas, sino porque hay diferencias sociales (el Cid pertenece a los infanzones, la categoría más baja de la nobleza);
· la ofensa de Corpes es considerada más como un daño económico y social del Cid que de las hijas, a pesar de que hayan sido físicamente maltratadas y abandonada por los maridos;
· las segundas bodas se valoran sólo por la posición social, sin considerar la felicidad de las hijas y el fracaso de las primeras bodas, que fueron decididas de la misma manera.
Los primeros maridos tratan a Elvira y a Sol como objetos, ya que son socialmente inferiores y los maridos se sienten autorizados a maltratarlas. No las matan, pero les dejan cicatrices como signo perpetuo de la ignominia, como si fueran criminales. El Cid no se desespera por esta ofensa, porque ve la posibilidad de venganza y de mejores bodas. El interés económico y social está por encima de todo y las mujeres son objetos sin valor, juguetes en las manos de una sociedad de carácter fuertemente “machista”.
En definitiva, las mujeres en el Poema de mio Cid son prototipos femeninos típicos del Medioevo: son pasivas, raras veces tienen voluntad propia y siempre tienen que obedecer a su señor, marido o padre que sea. En esto, el autor refleja las costumbres de su época, representando a las mujeres como instrumentos para describir al Cid como esposo y padre, dándole una dimensión de amor, ternura y vida doméstica al lado de la guerrera y del honor.
Paola D’Avella, Antonella Scarnecchia y Cinzia Xodo
El Poema de mio Cid es el primer monumento literario escrito en lengua castellana y pertenece a la poesía épica, caracterizada por la oralidad, un estilo alto, un lenguaje culto y la finalidad de entretener y de transmitir valores universales. Estas características se pueden observar claramente en nuestro poema, donde la acción se desarrolla alrededor del héroe, figura perfecta desde el punto de vista social (valor y honra) y humano (el contexto familiar).
Aquí analizaremos la figura de la mujer en el Poema. Las mujeres que desempeñan un papel en la obra son tres:
Doña Ximena, mujer del Cid
Doña Sol y doña Elvira, hijas del Cid
Como todo está centrado en la figura del Cid, las mujeres tienen una función accesoria y son funcionales a los objetivos del protagonista y del poeta. El héroe, a través de las hijas, logra obtener una posición económica y social mejor; el cantor se sirve de los personajes femeninos para enaltecer la figura del protagonista.
El autor nos enseña los aspectos domésticos y familiares de la vida del héroe para subrayar su humanidad. No es casual que la acción central consista en el primer casamiento de sus hijas, que causará la venganza del Cid y nuevas bodas más ventajosas. Estos aspectos sirven también para crear una impresión de verosimilitud a nivel humano, que se relaciona con el concepto de “historicidad”. El poeta juega con las emociones para conmovernos y hacernos participar, llevándonos a una identificación emocional con los personajes. Por esto, las primeras bodas, la afrenta de Corpes, el juicio y los duelos (que casi van formando un clímax) representan el núcleo dramático de la historia.
Muchas veces se cuentan los acontecimientos a través de los ojos de doña Jimena y de sus hijas (por ej. la entrada en Valencia). Se utiliza este artificio para subrayar momentos de gran dulzura y poesía, delicados y sugestivos, pero también porque los ojos de las mujeres son más sensibles y por esto todo se hace más grande, aun (y sobre todo) la figura del Cid. Además, las tres mujeres se impresionan mucho porque ven por primera vez una ciudad mora y, sobre todo, el mar, que para ellas tiene un valor exótico: esto nos da la idea de la imposibilidad para las mujeres medievales de moverse y viajar. En particular, al entrar en Valecia, los ojos tienen también otro valor: son los primeros ojos de mujeres cristianas que los hombres de la ciudad mora ven después de mucho tiempo.
Doña Jimena
Todos los gestos del Cid hacia su familia, aun los más naturales, son enfatizados: así el hecho de que él deje toda su ganancia a la mujer antes de irse al exilio es considerado como un gesto de gran merced. Jimena, en este sentido, desempeña un papel muy importante, sobre todo con su conmovedora plegaria en la iglesia antes de que el Cid se marche. En su “Credo”, Jimena relaciona nuestro héroe con un ángel y coloca toda su acción en un plano universal, deseado por Dios y enaltece su figura a nivel sagrado.
Las hijas
También doña Elvira y doña Sol son utilizadas muy bien por el poeta, en su intención de subrayar las calidades humanas del protagonista. Las dos hijas son obedientes y son consideradas “peones en la lucha para el poder”. El Cid siente por ellas la ternura de un padre, pero las mueve como juguetes en el tablero de la guerra, como cualquier señor medieval hacía con sus mujeres. Y en esto el Cid no tiene ninguna actitud especial o sagrada. Esto se puede ver muy claramente en las bodas de doña Elvira y doña Sol:
· sobre ambas bodas, el padre expresa dudas, no por la posible infelicidad de las hijas, sino porque hay diferencias sociales (el Cid pertenece a los infanzones, la categoría más baja de la nobleza);
· la ofensa de Corpes es considerada más como un daño económico y social del Cid que de las hijas, a pesar de que hayan sido físicamente maltratadas y abandonada por los maridos;
· las segundas bodas se valoran sólo por la posición social, sin considerar la felicidad de las hijas y el fracaso de las primeras bodas, que fueron decididas de la misma manera.
Los primeros maridos tratan a Elvira y a Sol como objetos, ya que son socialmente inferiores y los maridos se sienten autorizados a maltratarlas. No las matan, pero les dejan cicatrices como signo perpetuo de la ignominia, como si fueran criminales. El Cid no se desespera por esta ofensa, porque ve la posibilidad de venganza y de mejores bodas. El interés económico y social está por encima de todo y las mujeres son objetos sin valor, juguetes en las manos de una sociedad de carácter fuertemente “machista”.
En definitiva, las mujeres en el Poema de mio Cid son prototipos femeninos típicos del Medioevo: son pasivas, raras veces tienen voluntad propia y siempre tienen que obedecer a su señor, marido o padre que sea. En esto, el autor refleja las costumbres de su época, representando a las mujeres como instrumentos para describir al Cid como esposo y padre, dándole una dimensión de amor, ternura y vida doméstica al lado de la guerrera y del honor.
martes, 25 de diciembre de 2007
Programa 1º Polimodal
OBJETIVOS
Lograr que los alumnos:
• desarrollen el gusto por la lectura de textos literarios a través del conocimiento y análisis de obras capitales de la literatura española;
• caractericen la literatura española;• valoren la herencia cultural y lingüística contenida en la literatura española;
• establezcan relaciones entre la literatura española y la literatura universal;
• identifiquen períodos estéticos y los relacionen con los contextos socio-culturales en los que se desenvuelven;
• relacionen la literatura con otros ámbitos artísticos;
• desarrollen competencias para el abordaje de los textos literarios a través de:* la lectura y comentario de bibliografía crítica,* la relación de la literatura con otros discursos sociales,* la identificación de procesos de producción y recepción de los textos,* la documentación y manejo de fuentes,* la confrontación de textos,* la formulación de hipótesis de lectura,* el manejo de distintas perspectivas teóricas;
• desarrollen la expresión oral y escrita a través de la elaboración de textos expositivos y argumentativos ( ensayo, monografía, reseña crítica, reseña bibliográfica).
CONTENIDOS
UNIDAD I
Origen y formación de la lengua castellana. Primeros documentos en la lengua romance. Concepto de Literatura. La literatura de la Alta Edad Media Española. Los cantares de gesta. El mester de clerecía y el nacimiento de la prosa. Literatura de la Baja Edad Media. El Humanismo. La transición hacia el Renacimiento español. La poesía elegíaca. Didactismo y sátira en el siglo XV. El Romancero español.
Lecturas: Poema de Mio Cid. Jorge Manrique, Coplas a la muerte de su padre. Romances viejos. Tragicomedia de Calixto y Melibea. Don Juan Manuel, El Conde Lucanor
Lecturas: Poema de Mio Cid. Jorge Manrique, Coplas a la muerte de su padre. Romances viejos. Tragicomedia de Calixto y Melibea. Don Juan Manuel, El Conde Lucanor
UNIDAD II
El Renacimiento español. La influencia italiana y la nueva poesía. Gracilazo, Góngora y Quevedo. El discurso amoroso. La prosa en los siglos XVI y XVII. La novela picaresca: características del género; obras representativas. Miguel de Cervantes Saavedra: hombre de dos siglos. El origen de la novela moderna. El Barroco. El Siglo de Oro en la literatura española. La comedia nueva de Lope. El teatro de Calderón.
Lecturas: Gracilaso de la Vega, Égloga I y 3 sonetos a elección. Fray Luis de León, Oda a la vida retirada. Lazarillo de Tormes. Miguel de Cervantes Saavedra, El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha, I y II parte. Lope de Vega, Fuenteovejuna. Calderón de la Barca, La vida es sueñoFrancisco de Quevedo, 3 sonetos a elección. Luis de Góngora, 3 sonetos a elección.
Lecturas: Gracilaso de la Vega, Égloga I y 3 sonetos a elección. Fray Luis de León, Oda a la vida retirada. Lazarillo de Tormes. Miguel de Cervantes Saavedra, El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha, I y II parte. Lope de Vega, Fuenteovejuna. Calderón de la Barca, La vida es sueñoFrancisco de Quevedo, 3 sonetos a elección. Luis de Góngora, 3 sonetos a elección.
UNIDAD III
El siglo XVIII y la Ilustración en España. El neoclasicismo en literatura. La revolución romántica. La poética becqueriana. El costumbrismo. El realismo español del siglo XIX. Los cuentos de Emilia Pardo Bazán.
Lecturas: Gustavo Adolfo Bécquer, Selección de rimas y leyendas. Mariano José de Larra, Artículos de costumbres. Benito Pérez Galdós, Trafalgar. Emilia Pardo Bazán, El rompecabezas.
Lecturas: Gustavo Adolfo Bécquer, Selección de rimas y leyendas. Mariano José de Larra, Artículos de costumbres. Benito Pérez Galdós, Trafalgar. Emilia Pardo Bazán, El rompecabezas.
UNIDAD IV
El fin de siglo. La generación del 98. Parnasianos y simbolistas. Modernismo versus Noventaiochismo. La poética de Juan Ramón Jiménez y Antonio Machado. La “nivola”, un nuevo modo de narrar. Literatura y vanguardias. La poesía del ´27. La Segunda República y la Guerra Civil. La poesía social. La novela experimental. La novela del exilio.
Lecturas: Antonio Machado, poesías. Miguel de Unamuno, Abel Sánchez . Azorín, Doña Inés. Pío Baroja, Zalacain el aventurero. Federico García Lorca, Bodas de sangre. Poeta en Nueva York (selección de 3 poemas). Rafael Alberti, Marinero en tierra (2 poemas). Miguel Hernández, El rayo que no cesa (2 poemas)Jorge Guillén, Antología de Aire Nuestro (2 poemas). Gerardo Diego, Imagen (2 poemas). Vicente Alexaindre, Ámbito (2 poemas)
UNIDAD V
La literatura de posguerra. Panorama de la nueva literatura española.Lecturas:Camilo José Cela, La familia de Pascual Duarte o La colmenaMiguel Delibes, Los santos inocentes o La guerra de nuestros antepasadosCarmen Laforet, Nada. León Felipe, Antología Rota (3 poemas). Gabriel Celaya, Cantos Ibéricos (3 poemas). Antonio Gala, Los buenos días perdidos. Buero Vallejo, Historia de una escalera o En la ardiente oscuridad. Juan Marsé, Teniente bravo (Selección). Max Aub, El laberinto mágico (Selección). Sender, Ramón, Réquiem por un campesino español. Luis Martin Santos, Tiempo de silencio. Rafael Sánchez Ferlosio, El jarama. Ana María Matute, Los de la tienda y otros relatos (Selección)
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